boy sitting near glass wall

¿Cuántas veces al día le gritas a tus hijos??

En este episodio Luz Aurora Pérez experta en educación nos platicará sobre las consecuencias de educar a nuestros hijos con gritos, regaños o amenazas y nos compartirá una manera de comenzar a detener este comportamiento y mantener una relación armoniosa con nuestros hijos. ????

¿Educar y gritar o educar sin gritar? Con gritos o sin gritos, ambas son formas de recibir y dar educación pero cada una tiene su estilo y consecuencias particulares. En este caso, vamos a destacar el educar sin gritar respondiendo preguntas como: ¿Por qué gritamos?, ¿qué sucede en nosotros y nuestros hijos cuando gritamos?, ¿qué podemos hacer para dejar de gritar? Y ¿qué puede pasar si no dejamos de hacerlo? 

A ti, querido lector ¿te educaron con gritos o sin gritos? Responderte esta pregunta a ti mismo, en silencio, puede ayudarte a entender la dinámica que se genera en cualquier interacción cuando alguien grita o cuando alguien recibe gritos.

El grito, o la acción de gritar, significa liberar energía contenida, que puede ser positiva como de felicidad, emoción, entusiasmo o energía negativa como enojo, ira o miedo.

Entonces… ¿por qué gritamos?

Porque es la respuesta a un impulso y generalmente, se entiende como señal de alarma o defensa. 

Si el grito es una forma de defensa para liberar una energía contenida, es porque sentimos que debemos expulsar, expresar y exteriorizar de alguna manera una situación interna que está aconteciendo en nuestra mente y nuestras emociones. 

¿Qué sucede cuando gritamos?

Seguramente, has notado en actores de películas o en tu propio cuerpo, que al gritar el ceño se endurece, las manos se tensan, la cara puede ponerse roja, todo estos son reacciones que acompañan la acción de grito, porque este es el primer paso de la agresividad, pueden tener el mismo impacto y efecto en la mente de generar daños, miedos o traumas.

Cuando gritamos, activamos una reacción de alarma o  precaución, esto nos pone a la defensiva y como todo acto de agresividad provoca también agresividad, cuando una persona alterada grita a otra, la segunda persona puede reaccionar de la misma manera generando un intercambio de gritos y tensión

¿Qué consecuencias tiene gritar a nuestros hijos?

  • Desestabiliza a nivel emocional: si nuestros hijos se sienten agredidos cuando gritamos, puede que pierdan autoconfianza, se sientan cohibidos y sufran consecuencias emocionales. De manera involuntaria, puede estarles enseñando a actuar por miedo o a obedecer en sumisión, si son sumisos no son autónomos y si te obedecen por rebeldía acaban alejándose sin entender la situación.
  • En este caso, algunos hijos prefieren el silencio o evadir alguna situación personal que les esté pasando pero que decidan callar para no tener que lidiar con los gritos o un posible conflicto.
  • Mientras más se usa más se acostumbran: el grito llama la atención al primer momento que se escucha pero si es un recurso que usas siempre para educar a tus hijos, se vuelve canson y ambos se vuelven inmunes.
  • Es decir, se acostumbran a que es la forma normal de lidiar con situaciones y se convierte en un hábito, donde sin querer, los entrenas a no escucharte hasta que eleves la voz.
  • Genera bloqueos en el cerebro: dependiendo de los niveles en que afecten, se pueden rechazar los gritos aunque no vengan dirigidos hacia ellos. Es el trauma que desarrollan algunas personas al escuchar gritos, estruendos o ruidos fuertes. 
  • Afecta las relaciones: los hijos pueden adquirir el patrón de ser tratados así, asocian que la persona que los ama les puede gritar o agredir y eso es peligroso para sus futuras relaciones porque pueden reproducir inconscientemente la asociación y unirse a personas que les griten o maltraten. 

En general, utilizar los gritos de forma frecuente y constante es utilizar el grito como modo de vida o como medio de comunicación, puede estarles enseñando, incluso, que esa es es la forma de relacionarse de toda autoridad.

Es por eso que algunos adultos se sienten inseguros, dependientes o codependientes, porque así se sentían de niños y al crecer buscan otro tipo de relaciones similares.

¿Qué podemos hacer para dejar de gritar?

Al educar, el acto de gritar significa un momento de descontrol en tus emociones como papá o como mamá donde dejas salir la energía sin filtro. Al ser consciente de que puedes sacar la energía con control, puedes aprender a expresarte sin desbordar agresividad.

No hay guía o método para dejar salir lo que se siente pero puedes ayudarte a gestionar las emociones o encauzar de otra manera la energía de autocontrol y calma pero, ¿cómo? 

Es importante escuchar y hablar abiertamente de emociones en casa, aceptar el enojo, el miedo, la frustración y explicar que está bien que suceda pero es necesario canalizarlas. 

Los gritos son aceptables como modo de liberación pero no como ataque personal, puedes escoger gritar a la almohada o sacar el enojo pero que no se entienda como un daño a ti mismo o a otros.

Tus hijos deben tener claro que es válido estar molesto, inconforme o confundido por alguna situación pero que hay formas de expresar todo eso sin acudir a la agresividad.

Pregúntate, ¿por qué como papá o mamá acudes a ese nivel de voz? Si estás dando una instrucción y tu hijo no la entiende, repite todas las veces necesarias con la misma energía hasta que comprenda. Educa a base de repeticiones, cuida tu nivel de voz  y trata de mantener la misma energía siendo consciente de que estás educando, debes respetar el proceso de aprendizaje sin perder el control y tu capacidad de liderazgo y guía. 

Cuando te preguntes: “¿por qué mi hijo no hace caso?”

Pregúntale a él, conversa abiertamente y no busques una autoexplicación. Solemos creer que la desobediencia esconde rebeldía, terquedad, necedad y le damos un significado nosotros mismos sin ir al fondo. Verifica si de verdad no entiende una instrucción, si tiene dudas o miedos. Cuando un hijo no hace caso se puede activar internamente los diálogos de: “soy mala madre o padre” o “no puedo con él”, o “soy tonta o tonto”, estos pensamientos generan emoción de furia, frustración, enojo y como consecuencia, el grito es un acto de defensa con la actitud de: “Te grito desde mi posición de poder, porque siento que eso ayuda a resolverlo”.

No hay manuales, no hay pasos perfectos, hay un proceso de crecimiento mutuo donde le enseñas y al mismo tiempo aprendes tú en función de sus etapas.

Una madre o un padre de un niño de 2 años no tiene la misma experiencia ni los mismos conocimientos que un padre o una madre de un adolescente, y cuando ya tu hijo tiene hijos y tu, tienes nietos, los aprendizajes también cambian. Constantemente, estarás creciendo y aprendiendo con ellos mientras les enseñas. Una relación de padres e hijos no es una relación de poder, es una relación donde existe una autoridad como padres y donde ambos tienen deberes y responsabilidades que cumplir.

Tu hijo es un maestro que te enseña en la vida nuevas oportunidades por aprender. No es una forma de relación donde alguno debe creerse superior al otro, es una relación de amor puro que te pide encontrar tu mejor versión a través de educarlos.

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