Terencio, escritor y antiguo esclavo romano, acuñó una frase que sintetiza la esencia del humanismo:

“Homo Sum. Nihil humani a me alienum puto”: Soy humano, y nada de lo humano me es ajeno.

Terencio

Miguel de Unamuno parafrasea este aserto diciendo:

Homo Sum,nullum hominem a me alienum puto; soy hombre, ningún otro hombre me es extraño.

Miguel de Unamuno

El coronavirus, como cualquier otra pandemia o calamidad que afecta a tantas personas en el mundo, remueve las fibras más internas de nuestra humanidad, y no nos permite permanecer indiferentes ante tanto sufrimiento e incertidumbre.

Según Quarantelli, un desastre es un “evento crítico en el que las demandas empiezan a tomar lugar en el sistema humano debido a que el evento excede la capacidad de respuesta del sistema“; y para Neil Britton es “una expresión de la vulnerabilidad de la sociedad humana”.

Por un lado, la pandemia llamada COVID-19 es un evento crítico de salud en la mayor parte de los países del mundo, que ha rebasado la capacidad de casi todos los gobiernos para enfrentarla con solvencia; por otro, nos está haciendo más conscientes de la vulnerabilidad de nuestro vehículo físico, con el que estamos tan identificados, y esto está despertando sentimientos intensos de miedo, incertidumbre, e impotencia.

Sin embargo, una crisis no es para permanecer cruzados de brazos, sino para impulsar y poner a prueba las propias potencialidades. Quien no ha afrontado la adversidad, no conoce su propia fuerza, nos dice Ben Johnson.

En las adversidades sale a la luz la virtud, afirma Aristóteles. Y según un antiguo proverbio chino, quien no ha conocido nunca la adversidad es el más desgraciado de los hombres.  

Einstein agrega que “la crisis es necesaria para que la humanidad avance; sólo en momentos de crisis surgen las grandes mentes”.


La crisis según Albert Einstein

 No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo.

La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos

La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ’superado’.

Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia.

El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.


No en vano el significado etimológico de la palabra crisis es ‘decisión con buen juicio‘ (del verbo kríno: ‘yo decido, separo, juzgo’; designa el momento en que se produce un cambio muy marcado en un individuo o en una comunidad, por la sacudida ocasionada por una adversidad.

De la misma raíz vienen las palabras “criterio” (discernimiento que permite distinguir lo verdadero de lo falso, lo que tiene sentido de lo que no lo tiene), enfrentar adversidades desarrolla nuestro criterio; y “crítica” (opinión o juicio que alguien se forma en relación a un tema, una situación, o una persona). Un estado crítico es la situación más crucial de un suceso, aquel en el cual el peligro es más evidente y puede resultar fatal, si no se logra vencer la adversidad que se enfrenta.

El ideograma chino para “crisis” (‘wei-ji’) puede significar tanto “riesgo”, como “oportunidad”. Wei significa riesgo, peligro, y jīhuì, no ji, quiere decir oportunidad.

Toda crisis es una oportunidad invaluable de expresar la mejor versión de nosotros mismos, al orillarnos a estirar nuestros límites y a salir de nuestra zona de comodidad. Pero también nos puede llevar a expresar nuestra peor versión cuando nos dejamos llevar por el ego y por nuestro lado oscuro, actuando sin criterio ni sabiduría.

Durante la crisis generada por la pandemia COVID -19 podemos dejar aflorar nuestras cualidades más esenciales o divinas como el amor, la compasión, la solidaridad, la cooperación, el servicio desinteresado, la paciencia, la tolerancia, la responsabilidad por uno mismo y por el otro, y la creatividad buscando soluciones y propuestas;  o dejarnos llevar por el miedo, el aburrimiento, el hartazgo, la desesperación, el egoísmo o la intolerancia, como desafortunadamente ha sucedido aisladamente en países donde la crisis ha arreciado.

Reto individual y grupal

Como afirma William James, “Si un organismo falla en completar sus potencialidades, se vuelve enfermo”. Si no desarrollamos y expresamos nuestro potencial humano y divino, nos sentimos enfermos, vacíos e insatisfechos.

Dicen que toda crisis tiene tres aspectos:

  •  una solución,
  •  una fecha de caducidad, y
  •  una enseñanza para la vida, tanto a nivel individual como colectivo.  

La crisis del COVID-19 tiene una solución individual: la responsabilidad y cooperación individual de aislarse para prever un contagio y, sobre todo, si ya se ha adquirido el contagio o se ha viajado a lugares donde la pandemia está en la fase 2 o más allá, aislarse, usar mascarilla al hablar con otros o estar junto a ellos, asearse, lavarse las manos con jabón frecuentemente, y seguir todas las recomendaciones sugeridas por las autoridades. Por parte de los gobiernos e instituciones de salud, prever el contagio actuando oportunamente y aplicando las medidas de la Organización Mundial de la Salud, disponiendo de suficientes camas en hospitales, informando oportuna y verazmente, aseando y desinfectando los lugares públicos, suspendiendo eventos multitudinarios, etc.

Pero, aunque la superación de la adversidad es un reto individual, el apoyo y la solidaridad de los grupos es imprescindible. En estos casos la unidad hace la fuerza, y lo estamos viendo en los comunicados a través de las redes sociales, que superan en muchos casos a la tibia respuesta de las autoridades locales.

“Yo hago lo que usted no puede y usted hace lo que yo no puedo. Juntos podemos hacer grandes cosas”.

Como afirma la Madre Teresa de Calcuta,

“Si caminas solo, irás más rápido; si caminas acompañado, llegarás más lejos”.

proverbio chino

La fecha de caducidad de la pandemia depende en gran medida del esfuerzo grupal bien orquestado. Aunque todo virus tiene un ciclo de vida natural (alrededor de 15 días en el caso del COVID-19), una pandemia es un fenómeno muy complejo que depende de muchas variables,  y puede prolongar significativamente este período.

Lo importante es reconocer que todo en la vida es transitorio y caduco, que ni nuestro cuerpo físico, ni nuestra historia personal, ni los títulos o riquezas materiales que acumulemos son permanentes. Lo único que conservaremos cuando dejemos este cuerpo son los actos amorosos que realicemos hacia nosotros mismos y hacia quienes nos rodean.

La pandemia del Coronavirus también es pasajera, así que no permitamos que nos llene de angustia, y prodiguemos amor en esta situación no sólo a nuestros seres cercanos, sino a todos los que están sufriendo a causa de la pandemia. Esto lo podemos hacer a través de nuestras oraciones y meditaciones, o directamente cuando nos sea posible.   

Las enseñanzas para la vida son múltiples.     

Menciono a continuación algunas de las lecciones que Viktor Frankl, psiquiatra y escritor austríaco, apresado por los nazis durante la II Guerra Mundial en Auschwitz, Dachau y otros campos de concentración, aprendió de la adversidad.

1.   Existen la adversidad y el sufrimiento y son necesarios para nuestro crecimiento y para nuestro despertar espiritual.   No necesitamos vivir sin adversidades; es imposible hacerlo porque la adversidad es una parte fundamental en el juego de la existencia humana en este planeta. Sin adversidad no hay reto y sin reto no hay crecimiento ni maduración humana. En la adversidad se templa el carácter. Las adversidades nos aproximan más a nuestra verdadera naturaleza espiritual porque buscamos un poco más dentro de nosotros mismos; cuando no hay adversidades caemos fácilmente en el sueño y en la banalidad.

2.   Las acciones cotidianas muestran lo extraordinario que es cada ser humano, o lo distraído que está.     En la adversidad el ser humano se centra menos en sí mismo y deja salir la mejor versión de sí mismo siendo solidario de manera natural y espontánea. Frankl relata muchos ejemplos de esto en el campo de concentración, y todos los hemos visto en situaciones de terremotos, tsunamis, y desastres naturales. Tales ejemplos muestran que en la parte más auténtica de nosotros somos amorosos, comprensivos, compasivos, solidarios, y que no lo vemos porque actuamos la mayor parte del tiempo de acuerdo a las falsas identificaciones que tenemos con el cuerpo físico, con nuestros sistemas de creencias individuales y colectivos, con nuestra personalidad, etc. Creemos que simplemente somos humanos y no algo más. Sin embargo, el mismo Jesús afirma en Juan 10:34-35, citando un pasaje del Salmo 82, que dice: “…ustedes son dioses, y todos son hijos del Dios Altísimo.”  Y a una mística sudamericana le dijo: “En mi vida pública no vine a mostrarles lo grandioso que Yo soy, sino lo grandiosos que son todos ustedes”. En la comodidad de la vida cotidiana nos metemos en la búsqueda externa de la felicidad y caemos en pasajeros momentos de placer llenos de egoísmo; tratamos de acaparar cosas con codicia, mostrando el otro polo: el de nuestro lado oscuro.

3.   La vida tiene sentido en cualquier circunstancia.              “La vida nunca se torna insoportable por las circunstancias, sino por la falta de sentido y propósito”, afirma Frankl. La desesperanza es sufrimiento sin propósito porque, “en la vida hay tiempo para todo, menos para rendirnos” (Frankl). El hombre se autorrealiza en la medida en que se compromete consigo mismo y con la vida.

 Según Viktor Frankl nuestra vida tiene más sentido cuando practicamos alguno de, o los siguientes valores: 

a.   Valores de Contribución.   Cuando nuestra vida aporta algo a la vida de los demás, dando servicio desinteresado como la Madre Teresa de Calcuta, investigando para solucionar problemas de la colectividad o para encontrar el remedio a una enfermedad, escribiendo textos inspiradores o realizando obras de arte que eleven el espíritu. No hacen falta grandes contribuciones, la vida siempre nos ofrece oportunidades de ayudar a un anciano o a un ciego a cruzar la calle, de apoyar a que los niños huérfanos reciban alojamiento, comida y educación, de consolar a una persona afligida, de apoyar a los migrantes de alguna manera, de dar un vaso de agua al sediento, etc.         ¿Estás contribuyendo de alguna manera apoyando a otros a disminuir su miedo o a que vean esta situación desde una perspectiva más positiva? ¿Estás tomando la oportunidad para trabajar más en ti mismo practicando la paciencia, la tolerancia, la humildad, el amor incondicional, el servicio desinteresado?    

b.   Valores de Relación.   Poner atención a con quiénes nos relacionamos y a cómo nos relacionamos.  Una relación humana es un compromiso de apoyo mutuo para despertar de la ilusión del mundo fenoménico y de la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza espiritual. Esto sería lo que más sentido aportaría a nuestra vida. También nos alimentamos de las relaciones: cuando éstas son armoniosas, y de mutua comprensión y apoyo, nos sentimos vitales, plenos, unificados. Nuestra vida tiene mucho sentido.  En cambio, cuando las relaciones son tóxicas, llenas de reproches, culpabilidad, ego, conductas supresoras, etc. nos sentimos densos, pesados, insatisfechos y huidizos. Nuestra vida carece de sentido. ¿Estás puliendo tus relaciones con quienes ya tienes un vínculo, poniendo tu mejor esfuerzo para que éste sea de más calidad, compromiso, comprensión y amor? ¿Estás ampliando el círculo de tus relaciones, incluyendo a aquellos que reflejan como un espejo las partes de ti que no te agradan? Como decía Jesús: “Si solamente amas a quienes te aman, ¿qué mérito tendrás? Eso también lo hacen los fariseos. Ama a quienes no te aman y entonces sabrás cómo ama Dios, con amor infinito.  ¿No te gustaría amar como Dios ama? ¿Qué impide que lo hagas? Solamente tus creencias. 

   c.   Valores de Actitud.   “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino”, sentencia Frankl. No son los eventos ni las circunstancias externas lo que causa nuestras emociones negativas de inquietud, miedo, tristeza o coraje, sino nuestra reacción energética a lo que sucede. Así que no podemos dejar de ser responsables de nuestras emociones y experiencias, y elegir la actitud correcta es la solución.  ¿Cuál es tu actitud en esta situación? ¿Estás permitiendo que el miedo se posesione de ti o estás cayendo en pánico? Recuerda que el miedo es la polaridad opuesta al amor; el miedo bloquea tu capacidad de amar y te puede llevar a comportamientos irracionales y anti-amorosos de los que luego te puedes arrepentir. ¿Tu actitud es como la de Ignacio de Loyola que ante la adversidad exclamaba: “Venga lo que venga, si y gracias”? ¿O tratas de darle la espalda a la adversidad perdiendo la oportunidad de hacerte más fuerte?      

Corolario

La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.

Bertolt Brecht

Como humanos, no acabamos de morir al “hombre viejo” apegado a la materia, a las falsas identificaciones con el cuerpo físico, la historia personal, y los sistemas de creencias; el que busca afanosamente la felicidad donde no puede hallarla; fuera de sí mismo. Estamos atrapados en la Matrix muy bien escenificada en la película del mismo nombre.

Una crisis nos da la oportunidad de sacudir la conciencia y de redirigir la atención hacia aspectos más profundos de nuestro ser. Depende de cada uno aprovechar la oportunidad o seguir como hasta ahora, obteniendo los mismos resultados de insatisfacción, drama y sufrimiento, aparentemente mitigados por momentos fugaces de placer.

El hombre nuevo, el que vino a ejemplificar Jesús de Nazareth, es el hombre espiritual, el que busca la verdadera felicidad dentro de sí mismo, el que vive para servir, consciente de que el servicio es la mayor oportunidad que hay en el universo para regresar a casa: el Amor Incondicional. Es el hombre verdaderamente libre, porque aprovecha todas las oportunidades de ser y expresar lo que el ser humano ordinario ni sospecha que es.


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