¿Te han dicho o has dicho la frase: “No hay mal que por bien no venga”? Seguramente sí, pero ¿sabes qué quiere decir? ¿Por qué se dice? ¿Cuándo? En este artículo explicaremos este dicho y su relación con la filosofía espiritual.
“No hay mal que por bien no venga”: ¿cuándo se dice?
Es una frase cotidiana que suele usarse cuando se vive una experiencia no grata o una experiencia que no resulta placentera. Culturalmente se enseña a evitar o evadir las cosas que se asocian como negativas (emociones como el miedo, incertidumbre, obstáculos, desacuerdos, etc.) y por eso se crea una especie de resistencia en torno a lo que se percibe como “malo”. El hecho de usar esta frase ayuda a restar esa connotación oscura que tienen los negativos.
¿Por qué se dice?
Porque se busca aliviar o reducir la pesadez que causa atravesar por situaciones que se consideran malas o negativas. Es una manera de encontrar sentido en el hecho de que todo reto o aspecto negativo no es el fin del mundo, sino más bien es una oportunidad de aprendizaje y crecimiento.
¿Qué quiere decir?
La frase es una manera de hacer ver y sentir que esas situaciones o experiencias (que no son agradables y que se sienten negativas o no se quieren enfrentar) son las que, precisamente, nos pueden proporcionar crecimiento.
En este sentido, la afirmación “no hay mal que por bien no venga” esconde un profundo mensaje de sabiduría sobre la vida, porque invita a confiar en las causalidades. Es decir, las causas; entendiendo que hay una razón para todo y que cada persona o situación que se presenta está contribuyendo con el crecimiento y desarrollo del ser desde el punto de vista espiritual. Pero para comprender este sentido espiritual de la afirmación, se debe primero asimilar que usar el término de “bueno” o “malo” es un creencia o idea mental. Es decir, la calificación que se hace sobre que algo o alguien es bueno o malo no existe; es simplemente una etiqueta usada para asociar o reconocer ciertos patrones que en realidad están dentro de cada quien. Por esta etiqueta, es que es posible juzgar la conducta o el comportamiento de las personas y acontecimientos, así que cuando algo se hace agradable o parecido al propio comportamiento se califica como bueno y en cambio, si algo es desagradable, si representa un obstáculo o si genera desacuerdo entonces se considera malo.
El uso de estas etiquetas se debe a que muchas personas aprenden a vivir en ignorancia sobre temas profundos de la vida. Por ello no tienen conocimiento sobre la vida y sus principios, sus leyes de creación, la capacidad de manifestación que tiene el ser humano, etc., es vivir sin estudiar ni conocer toda la sabiduría que está en cada ser. Toda sabiduría debe despertarse y la manera de lograrlo es experimentar la vida, por lo tanto, hablar de “negativo” y “positivo” es hablar de polaridades, así que no es posible conocer un polo sin experimentar el otro. Cuando se atraviesan situaciones de conflicto, miedo, retos o incertidumbre y luego se superan, es más sencillo apreciar o valorar las situaciones de dicha y plenitud. La experimentación de la vida se hace a través del sentir pero no se puede experimentar si existe resistencia hacia los llamados negativos.
El hecho de que existan retos, desacuerdos o incertidumbre no implica sufrimiento, porque el sufrimiento llega cuando no hay aceptación, es decir, cuando se quiere evitar o evadir una emoción o circunstancia. De esta manera, lo que genera el “mal” es la predisposición, la etiqueta de que lo que sucede no está bien, no es posible o no debe ser.
Sin importar la religión que practiques, es posible que sientas que hay un Todo, una fuente a la que puedes llamar Dios, Creador o Universo sea como sea, ese Todo que constituye la vida es sabio y poderoso, por lo que constantemente te está guiando y también pone en tu camino las circunstancias, personas, retos y acontecimientos que necesitas para forjar tu ser y desarrollar tu espiritualidad. Recuerda que en la vida viniste a tener experiencias, aprender y a recrearte en una versión más elevada de ti.