¿Por qué me cuesta perdonar?
Es posible que el perdón sea liberador pero también es posible que no sea tan fácil de lograr. En este artículo presentaremos algunas ideas que puedan ayudar a reconocer e identificar por qué a veces cuesta perdonar.
La oportunidad de perdonar existe cuando suceden dos cosas: alguien te ofende u ofendes a alguien. Así pues, es como una moneda con dos caras porque va en doble vía, puede suceder de ti para ti o de ti para otro. En ocasiones, no es tan sencillo soltar o dejar ir una ofensa porque sin importar si es ajena o es propia igual hay una sensación interna que no quiere saldar la culpa y por ello, es válido preguntarse: ¿cuáles pueden ser los motivos por los cuales cuesta perdonar?
A pesar de que pueden haber muchas respuestas para esta interrogante, es posible enlistar ciertas causas o creencias que pueden influir en el hecho de no perdonar:
-La acción cometida (por ti o por otro) provocó mucho dolor en ti y rompió con algo, es decir, terminó con algo que causaba felicidad, disfrute o agrado.
-Se genera la creencia de que no va haber algo mejor o nada como eso. Hay pensamientos como “Si no hubiese pasado eso yo estaría bien, viviría mejor”.
-Se alimenta el resentimiento y el dolor (y en caso de que la falla haya venido de otro se utiliza como motivo para manipulación emocional).
-Se mantiene un juicio o creencia de calificar situaciones o decisiones como “malo” o “equivocado” y también se tiene la creencia de que todo error conlleva un castigo.
Hacer énfasis en el tema de error/castigo ayuda a comprender el trasfondo espiritual que acompaña al tema del perdón. Ser educados con base en castigos y no en la idea de consecuencias, hace que se tenga la creencia de que cuando se comete un error o se hace algo que no se percibe como “bueno”, entonces es necesario castigar, reprender, e incluso alargar el dolor y la incomodidad que causó aquello que se siente como una falla.
El castigo o autocastigo duele pero no permite avanzar y tampoco permite tomar acciones para rectificar ni generar aprendizaje. Cuando se decide perdonar (a sí mismo o a otros) se da cabida a la toma de responsabilidad para asumir consecuencias y aceptar las circunstancias tal cual son pero cuando una persona no perdona, asume el papel de juez y desde su ego, hay una emoción negativa que decide guardar o aumentar negando la oportunidad de experimentar el amor.
El amor es aliado del perdón porque cuando amas no hay juicios, esto no quiere decir que amar implica celebrar las ofensas y propiciar daños sino que significa que el amor permite estar bien con las imperfecciones propias y de los demás. Todos los seres humanos son vulnerables, realmente nadie está exento de tomar decisiones que puedan hacer daño a otros pero también todos tienen la capacidad de aprender de sus decisiones y de escoger actuar distinto cuando alguna de esas decisiones causan dolor.
El asunto es que ese cambio de actuar, esa decisión de aprendizaje (que a veces se presenta en forma de arrepentimiento) solo tiene cabida en el presente, es decir, no se puede modificar el pasado y ya lo que se hizo o se dejó de hacer no tiene sentido. Lo único que es posible es aceptar los acontecimientos y abrirse a la posibilidad de que en acontecimientos futuros se actúe con mayor sabiduría y entendimiento.
Bajo este orden de ideas, el perdón implica pequeños actos de humildad para bajar el ego y soltar la creencia de que se debe castigar todo aquello que se considera como un error. Desde nuestra escuela de espiritualidad, creemos que todo lo que se perciba como “error” o como algo “malo” es en realidad una oportunidad para crecer, para reconocer la humanidad dentro de todos y aceptar vivir en paz con ella. Así que la próxima vez que te encuentres frente a frente con algo que debes perdonar en ti o en alguien más, hazte la pregunta ¿cuánta humildad se requiere para aceptar los errores cometidos?